Para este conjunto conformado por una residencia privada + villas abiertas al público se utilizó un lenguaje sencillo. La visual es estupenda, se encuentra ubicado en el Valle de Guadalupe, por lo que
“la limpieza del diseño y la sobriedad de la decoración admiten que la naturaleza y el entorno tengan el rol principal.”
Los muebles y el decorado siguen una línea contemporánea. Los volúmenes y las texturas resultan estéticos en extremo. La apuesta por la espacialidad es constante, las alturas lucen despejadas, los propios materiales se distinguen, es parte de la intención del diseño. Las transparencias dominan espacios donde solo existe lo indispensable. Llaman la atención los detalles en madera de parota que evocan el entorno natural en el que se sitúa el complejo y le brindan calidez y sofisticación a cada espacio. Los colores térreos y los materiales en bruto recuerdan su origen natural, dotando a las zonas públicas de carácter. Las áreas privadas mantienen una sutil atmósfera castaña, sobre la que destacan tonos de azul y gris. Aunque cada uno de los alojamientos que conforman este complejo tiene su peculiaridad y encanto propio, juntos se integran armónicamente respetando la topografía y el estado natural del terreno en el que están plantados.